Gohan en busca de su rincón mágico
Gohan era un niño de 2 años que vivía en una casa grande con Papá, Mamá y su perrita Dakota. Un día, los planes de esta familia cambiaron y el destino de Gohan se volvió todo un lío. Primero se mudaron al campo, en la provincia de Córdoba, donde vive la familia de papá. Pero Papá y Mamá no conseguían trabajo, dado que era un pueblo muy pequeño. Entonces se mudaron a otra ciudad, donde Papá y Mamá consiguieron trabajo. Estaban muy felices los tres en su nueva casita, pero esta felicidad les duró poco, ya que el destino tenía ganas de divertirse un rato y tuvieron que mudarse nuevamente, por trabajo, al campo.
Las cosas parecían acomodarse y nuevamente Gohan, mamá y papá se estaban adaptando a la nueva vida en el campo, sin sospechar que dos meses después se iban a tener que mudar oootra vez. Esta vez se mudaron a la casa de los bisabuelos de Gohan, a una localidad llamada Casilda, en la provincia de Santa Fe. Solo que en esta ocasión Papá y Mamá sabían que era por poquito tiempo, entonces no desempacaron más que lo justo y necesario para pasar esa estadía como si fueran unas vacaciones en familia con los nonos.
Lo que Papá y Mamá no esperaban era que no iban a conseguir trabajo ni una casita donde vivir los tres solitos. Entonces la aventura siguió cuando se tuvieron que mudar nuevamente a Buenos Aires, a la casa del abuelo materno de Gohan. Pero Mamá y Papá no estaban tranquilos viviendo ahí, ya que es una casa muuuy vieja y Gohan siempre fue un niño muy travieso y curioso.
Los meses pasaban, Mamá y Papá consiguieron trabajo y pudieron encontrar un lugar donde iban a vivir los tres solos, esta vez sin abuelos en casa. Encontraron un hotel familiar que les daba cierta comodidad porque, por fin, tenían un lugar para ellos solitos. El problema era que en este lugar había que subir tres largos pisos por escalera, y Mamá sufre de asma, lo cual hacía que fuera bastante complicado subir cada vez que se necesitaba. Pero hicieron el esfuerzo, ya que por lo menos no sentían que estorbaban en la casa de nadie. Gohan tenía su cama, su pequeño espacio para juguetes y hasta se le dio por ser un gran artista y pintar todas las paredes.
Así pasaron dos años y medio. Gohan fue creciendo y la vida para Mamá y Papá a veces se ponía muy complicada, porque el gran anhelo de este matrimonio era volver a tener esa casa grande y cómoda que dejaron en busca de una vida mejor. Entonces llegó el día en que hubo un gran incendio en un restaurante que está abajo del hotel donde ellos vivían. Pasó todo muy rápido y Mamá y Papá levantaron a Gohan corriendo para poder salir y no correr peligro. A pesar de todo, Mamá tuvo que ser asistida por las ambulancias que llegaron al lugar, porque recordemos que mamá es asmática.
Mamá y Papá quedaron muy preocupados porque tenían miedo de que alguna cosa similar pudiera pasar, y decidieron buscar otro lugar para mudarse. El asunto es que en esta ciudad es muy difícil poder alquilar una vivienda digna a un precio razonable y sin tener que entregar una verdadera fortuna para ingresar al alquiler. Así que Mamá habló con su papá (el abuelo de Gohan) y él le dijo que vivieran con él un tiempo, hasta que pudieran encontrar ese lugar digno que buscaban hace años.
Y ahí fue cuando, por fin, Dios escuchó los pedidos de esta familia. Una amiga de Mamá le comentó que existía una ONG de ángeles llamada Hábitat para la Humanidad Argentina, que daba en alquiler hermosos departamentos con muy poquitos requisitos. Esto a Mamá y Papá les pareció genial y se acercaron a las charlas donde les contaron cómo era el proceso de selección. Mamá se puso contenta porque cumplían con todos los requisitos y se veían más cerca de, por fin, tener de vuelta su tan preciado hogar.
Pasaron todo el verano decretando que ese departamento iba a ser para ellos, y un día, mientras Mamá estaba en el trabajo, le llegó la confirmación, la mejor noticia que podían recibir en años: ¡Un departamento de tres ambientes, con balcón, estaba disponible para ellos! Imagínense la alegría, Gohan iba a tener su propia habitación, volvían a tener su baño y cocina sin compartir con nadie más.
Y desde ese día, y por los próximos tres años si Dios quiere, este será su hogar, donde comenzaron a reescribir su historia como familia. Mamá (Eugenia Soledad), Papá (Damián Alberto) y Gohan están felices y agradecidos, armando nuevamente su vida, pero esta vez acompañados de una hermosa Estela de Esperanza.
Gracias, Hábitat para la Humanidad Argentina, por darnos esta hermosa oportunidad. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
Esta columna fue escrita por Eugenia Soledad y Damián Alberto, padres de Gohan y vecinos de nuestro proyecto de alquiler social Estela de Esperanzas.