Lo primero que se escucha invocar a este matrimonio cuando cuentan su historia de vivienda refiere a cambios de trabajo, problemas de salud y pérdidas cercanas. Están juntos desde hace más de 20 años y tienen cuatro hijos. A pesar de una “adolescencia complicada” reconocen que pudieron salir adelante gracias a su Fe y a la fuerza interior y apoyo mutuo. Parte de esos problemas estuvieron relacionados con el terreno, una casa donde entraba humedad y que Fernanda describe así: “me llovía todo el techo, yo siempre lloraba porque quería un cambio y no podía. Yo soñaba con arreglar mi techo, con pintar, poner cerámica, pero en realidad yo jamás pensé que iba a tener mi casa”.
Su historia con HPHA empieza el día en que alguien del equipo pasó por su casa y los invitó a los talleres de Economía Familiar y sin mucha expectativa, decidieron anotarse. Acababa de fallecer la mamá de Javier y estaban un poco desanimados, sin embargo, se turnaron y lo fueron completando como un requisito previo a postularse para construir la Casa Semilla.
Recuerdan que se traumaron un poco al completar el ejercicio de ingresos y egresos: “Cuando vimos lo que entraba y lo que salía dijimos: acá rebotamos: gastamos más de lo que entra, no nos queda nada”. Pero reconocen que esto también los ayudó: aprendieron a diferenciar en qué no era importante gastar para poder ahorrar y administrar los recursos.
Una vez que les fue confirmado el financiamiento para la vivienda empezó una nueva etapa: el proceso de construcción. La experiencia de ir por etapas, viendo crecer la casa, para Javier, que es albañil, fue un ejercitar la paciencia para ir al ritmo de lo programado. La gestión del crédito que hicieron fue excelente: avanzaban más rápido de lo esperado, buscaban precios y pudieron agregar detalles a la casa que no estaban contemplados.
La fuerza y ganas que les transmitieron todos los voluntarios que fueron, especialmente de la empresa P&G, son una parte fundamental de esta historia: “Así fuimos aprendiendo, en cada etapa, con cada brigadista que ha venido y que fuimos conociendo, compartiendo nuestra vida”. Un recuerdo especial conservan de los voluntarios de Aldea Global: “En cuatro días y media hicieron los pozos, los encadenados, pusieron las maderas, y terminaron la etapa cimientos. Esto animó a toda la familia a sumarse en pequeñas tarea en la obra.”
Hoy esperan otro hijo y ya están viviendo en la casa que habían soñado. En palabras de Fernanda: “Aunque no lo crean, siempre soñé con tener una bañera en mi casa y con tener un jardín. Tener el calor, la estufa, el gas natural, termotanque, disfrutamos de todo. Es todo nuevo y es disfrutar“.
Barrio Los Ceibos, González Catán – La Matanza