Durante el 2021, Rachel Posner, una pasante de Estados Unidos, hizo una serie de entrevistas para poder comprender y conocer mejor la historia y accionar de Hábitat para la Humanidad Argentina. La primera de ellas fue con Ana Cutts, directora de nuestra organización. En la foto (a la izq.), en la primera brigada en Santa Fe.
Estoy realmente asombrada después de nuestra conversación. Ana habló con mucho conocimiento, experiencia y preocupación por la comunidad que ama y es muy inspiradora. Cuando Hábitat para la Humanidad Internacional consideró comenzar a trabajar en Argentina, encontró un país difícil en términos jurídicos para su supervivencia. Ana Cutts fue contratada desde el comienzo para dirigir a la organización y no se dio por vencida: se aseguró de que su equipo y organización se adaptaran a los tiempos y necesidades de la comunidad. La experiencia previa de Ana trabajando con niños en situación de calle realmente motivó su interés en servir a la población en vulnerabilidad habitacional con proyectos de alquiler, que han demostrado ser los más innovadores y los más difíciles de financiar. También su experiencia iniciando su propia ONG en ayuda a barrios marginados impulsó los proyectos de desarrollo de barrios.
Ana siempre estuvo motivada por la conexión humana y desarrollo comunitario que logra el enfoque del trabajo de la organización. Considera que Hábitat para la Humanidad Argentina es más una organización social que técnica, considerando la gran importancia que tiene agregar valor y calidad a la producción social de las viviendas ya existentes. Espera mantener el impacto más profundo de que una familia pueda salir de la pobreza con un nuevo hogar, pero también reconoce la necesidad de implementar proyectos más pequeños de renovación de viviendas. Y, sobre todo, Ana valora inmensamente a su equipo.
¿Cómo fueron los comienzos y cómo llegó a trabajar en Argentina con Hábitat?
Nació en Sudáfrica pero vivió en Argentina la mayor parte de su vida. Estudió literatura inglesa, pero comenzó su carrera trabajando con niños de la calle en Buenos Aires. Su carrera la llevó a trabajar con la ONU y el gobierno argentino, donde se centró en la asistencia humanitaria en todo el mundo (incluidos muchos viajes). Esa vocación social la motivó a iniciar su propia ONG que trabajaba con el desarrollo de microempresas en barrios marginados: “Básicamente fue una muy buena idea de un grupo de idealistas: no teníamos financiamiento, así que no duró mucho, pero fue una introducción al mundo de las ONG de Argentina. Noté que muchas ONG internacionales que prevalecen en otras partes del mundo no tienen mucho éxito para establecerse en Argentina. Tenía curiosidad por saber por qué las ONG internacionales no duran en nuestro país, esa fue una de mis motivaciones, conocer el mundo de las ONG internacionales. La vivienda no era mi experiencia principal en ese momento; más bien, tenía experiencia en desarrollo humano. No soy arquitecta, nunca construí una casa… ¿Cómo se esperaba que fuera directora de una organización de vivienda? Y en Hábitat para la Humanidad Internacional me dijeron: no, no se preocupen, las familias saben construir, no hace falta que les digas cómo construir, ellos mismos construyen, lo cual era cierto y no tanto pero me hizo atreverme a unirme a una organización de vivienda”. Ana estaba bien informada sobre la importancia y las necesidades de la estabilidad de la vivienda en los barrios vulnerables, aunque el enfoque principal de su trabajo habían sido los niños.
En la década de 1990, 10 años antes de que los voluntarios en el país contactaran a Hábitat International, se había intentado iniciar un programa en Argentina sin conexiones locales o una junta y no fue una buena experiencia. Ya en el contexto del 2001, un grupo de voluntarios, docentes del colegio americano Lincoln en Buenos Aires y personas de una iglesia Bautista de Luján lo intentaron nuevamente. Contactaron por separado a Hábitat para la Humanidad International, que les proporcionó pautas sobre los pasos a seguir para unirse, los que eran muy difíciles de cumplir. Tomó mucho tiempo completar los requisitos, redactar los estatutos y las reglas de implementación. “Fueron los voluntarios los que tuvieron mucho compromiso, dedicación y paciencia durante todos esos años. Fuimos el último país de Latinoamérica en unirse a Hábitat para la Humanidad International antes de que cambiara por completo la forma de trabajar”.
Las condiciones y requisitos específicos de la organización global eran no invertir dinero en Argentina debido a su alto PBI per cápita. Sí contribuían con la marca, formación, directrices, pero sin financiación, cuando normalmente comenzaba dando dinero para las primeras 100 casas. “Nos dijeron que teníamos que juntar todo el dinero nosotros mismos. Empezamos a muy, muy pequeña escala. Los maestros y voluntarios de la escuela internacional ayudaron a recaudar dinero con fiestas, eventos, y así financiaron la primera casa, luego la segunda casa, y así sucesivamente. Fue muy, muy difícil en esos primeros años convencer a la gente para que nos financiara, tratar de convencerlos para que nos donara antes de tener una casa para mostrar o demostrar el valor de la organización en Argentina.”
En el 2003 ocurren grandes inundaciones en la provincia de Santa Fe. Se solicitó tener un proyecto especial allí y Hábitat para la Humanidad Internacional financió 6 casas. Ganamos el premio de Liderazgo e Innovación internacional de la organización en esos años. “Comenzamos a obtener más financiamiento de Hábitat International y otras empresas, y comenzamos a crecer mucho después de ese primer proyecto”.
¿Qué complicaciones encontraron las ONG internacionales al intentar trabajar en Argentina? ¿Cómo solucionó Hábitat para la Humanidad Argentina estos problemas?
La sostenibilidad (encontrar formas de hacer que una organización funcione a largo plazo) era una cuestión fundamental a considerar. “Lo que ha caracterizado mi trabajo siempre ha sido el compromiso a largo plazo y la sostenibilidad de las transformaciones. He insistido mucho en ello, así que supongo que fui persistente en hacer que Hábitat para la Humanidad Argentina sea sostenible para que realmente sobreviva”.
Por otro lado, hay sistemas legales sofisticados, complicados, combinados con pobreza severa. “Argentina es un país extraño. Somos muy sofisticados en algunas cosas, nos gusta pensar que somos un país avanzado, civilizado, pero tenemos una pobreza severa que dificulta aplicar esos sistemas legales sofisticados con la informalidad que hay, una mezcla de regulaciones y corrupción. Es muy difícil para los internacionales sobrevivir dentro de este marco”.
El modelo de Hábitat para la Humanidad generalmente funciona otorgando préstamos a familias que tienen un título de propiedad de su casa (para que pueda firmar una hipoteca) y construyendo la casa con la familia. Esto no es posible en Argentina. No se pueden otorgar préstamos, no se puede contratar personal de construcción y la mayoría de las familias no tienen un título de propiedad para firmar una hipoteca. “Todo indicaba que Hábitat no podía funcionar en Argentina pero decidimos que lo haríamos funcionar y así encontramos la manera: préstamos en especie en lugar de préstamos financieros. Las familias construyen y nosotros brindamos capacitación y herramientas para el empoderamiento. Nuestro trabajo ha sido mucho más social que económico”.
¿Cómo ha evolucionado HPHA a lo largo de los años?
“Hábitat para la Humanidad International ha cambiado sus formas de trabajar. En el pasado teníamos que esperar una iniciativa de los lugareños para ir a trabajar allí, por lo que comenzamos en lugares como Luján y Santa Fe. Para 2007, la organización empleó una mirada más estratégica para decidir dónde/cuándo/cómo trabajar. Necesitamos trabajar en Buenos Aires. A su vez, comenzaron a insistir más en la innovación que en la construcción de una casa. Después de un trabajo casa por casa durante unos 3, 4 años empezamos a hablar del déficit cualitativo en lugar de solo cuantitativo.” Así empezaron los proyectos innovadores y cualitativos, mejoras de casas en lugar de solo casas completas, Respuesta a desastres. “En 2007 decidimos buscar estratégicamente proyectos en Buenos Aires, y ahí empezamos los proyectos de alquiler y desarrollo de barrios y la mayor parte de lo que hacemos hoy”.
“Las empresas que nos podían financiar estaban en Buenos Aires e insistían que querían apoyar a las familias de ahí; y así el financiamiento fue en y para Buenos Aires donde por otro lado, está la mayor cantidad de familias con necesidad de vivienda. Un tercio de la población está en el área de Buenos Aires y en sus alrededores hay necesidades muy diferentes”, dice Ana, haciendo referencia a barrios populares, gente que vive en la calle, inmigrantes, barrios con algún tipo de vivienda o que luchan por construir su casa, entre otras.
“Tuvimos que decidir qué tipo de necesidad podíamos abordar en función de nuestras habilidades, nuestra financiación y nuestra experiencia. Hicimos dos grupos focales: población de personas que ocupaban viviendas y desarrollo de barrios (asentamientos, poblaciones vulnerables en zona periurbana). En el momento se decidió no intervenir en las llamadas en ese momento villas de emergencia, debido a la complejidad de la estructura social e implicancias. No teníamos el capital, la confianza, el reconocimiento de nombre dentro de la comunidad y Gobierno argentino para abordar las políticas relacionadas con las villas. Así que empezamos con problemáticas más abordables como asentamientos donde las familias construyen sus propias casas por sí mismas, pero necesitan algún tipo de apoyo para construir mejor. Por otro lado, abordamos el tema de los alquileres, que era algo inaudito en Hábitat para la Humanidad en esos días”. Ana conoce muy bien la problemática de los hoteles y este estilo de alojamiento por su trabajo anterior y por haber seguido en contacto con las familias que conoció en esa época.
¿Cómo han ejecutado las metas y llevado adelante los proyectos?
“El desarrollo de barrios fue bastante similar a lo que habíamos estado haciendo. Queríamos tener un enfoque más integral; no solo trabajar con las familias y su casa sino pensar más en el desarrollo comunitario y barrial. A través del programa de Aldea Global, una de las principales iniciativas de Hábitat Internacional por las que vienen al país a construir equipos de voluntarios que viajan a otros países (generalmente de Estados Unidos) se pudo canalizar la financiación que ya teníamos hacia un proyecto más integral. Hasta antes de la pandemia, en un año venían 12 equipos. Se quedaban una semana y nosotros nos encargamos de toda la estadía. Los voluntarios pasaban 8 horas al día trabajando con la familia y ayudándola a construir.” Cada equipo proporcionaba entre U$S 5.000 y 8.000 en donaciones.
En cuanto al proyecto de alquiler en Buenos Aires, resultó ser más que un desafío: “Hábitat International ayudó a financiar el edificio, pero más allá de eso, ha sido difícil conseguir financiamiento. Todos nos felicitan por el proyecto, viajamos para aceptar premios por todo el mundo, pero nadie lo financia. Sus costos son bastante altos, cada proyecto/edificio supera el millón de dólares y necesitaríamos grandes fondos de gobiernos, bancos o cooperación internacional, en lugar de individuos o empresas. Siempre seguimos animados a pensar en formas de involucrar inversores de mayor escala”. Al recordar los primeros años Ana dice, “quizás fue un proyecto loco intentar construir un bloque de pisos en la ciudad de Buenos Aires siendo una pequeña ONG. Ha sido uno de nuestros mayores logros de visibilidad”. El proyecto comenzó en Buenos Aires en 2008, se empezó a construir en 2010 y hoy lleva más de 10 años incidiendo como modelo de alquiler social.
Sobre el proceso de mejoras de impacto y casa semilla, Ana dice que las familias saben cómo construir sus propias casas. En los primeros días, Hábitat para la Humanidad Argentina construía y realmente tenían que diseñar una casa, necesitaban personas en el equipo que supieran sobre construcción. A lo largo de los años, por cuestiones legales entre otras, se decidió construir sobre las habilidades que tienen las familias. Esta es la típica producción social de la vivienda en América Latina, donde la mayoría son construidas por las mismas familias, no por los gobiernos o el sector privado. “Nos hemos convertido en una organización que trata de agregar valor y calidad a la producción social de vivienda. Brindamos financiamiento a las familias para agilizar el proceso de autoconstrucción, y acompañamiento social y técnico que les ayuden a mejorar el diseño de la casa, además del apoyo del voluntariado”.
¿Cómo ve a Hábitat para la Humanidad Argentina hoy?
“Siempre hemos tenido un estilo de trabajo que necesita y quiere empoderar a las familias. Hemos querido capacitar, empoderar, dar a las familias la capacidad de continuar más allá de lo que les podemos ofrecer. Somos mucho más una organización social, que trabaja para desarrollar a las familias, desarrollar a las comunidades, y la vivienda es una parte clave importante de eso, pero no es el único objetivo. Las casas semilla era nuestro principal proyecto antes de la pandemia, dependía de tener voluntarios para ayudar a construir o, de lo contrario, era demasiado costoso. Desde la pandemia, hemos podido llegar a cientos de familias con renovaciones/reparaciones más pequeñas. Tenemos grandes preguntas a responder: ¿Volveremos a las casas semilla/casas completas después de la pandemia o mantendremos nuestros esfuerzos de renovación? Y Hábitat para la Humanidad International también tiene que responder a esta pregunta.
¿Cómo te imaginas el futuro de la organización? ¿Qué proyectos pueden ser el foco principal en los próximos años?
“No estoy segura de en qué nos centraremos en el futuro. La organización a nivel global está trabajando en una nueva teoría del cambio: un impacto mucho más amplio, que aborda la causa de la pobreza en la vivienda en lugar de solo los efectos. La pandemia, de alguna manera, ha sacudido nuestros cimientos lo suficiente como para que ahora podamos repensar. No pensamos que podríamos sobrevivir tal y como estábamos trabajando y debimos cambiar todo. Hoy dependemos de proyectos más pequeños con mayor alcance, requeridos también por gobiernos locales. Es necesario tener el valor de abrirse a nuevas formas de trabajar, estratégicamente y con mayor impacto. Mi esperanza es que no perdamos esa magia de la construcción de viviendas de Hábitat para la Humanidad y la transformación de las familias y no solo pensando en los grandes números sino también pensando en el impacto profundo en una familia. Espero que no perdamos eso”.
Reflexión final
“La principal lección de estos 20 años y las bases que hemos puesto es valorar el equipo que tenemos. Es lo más importante que tenemos en Hábitat para la Humanidad Argentina e incluye tanto al personal como a los voluntarios. Esto es clave para todo lo que hagamos de ahora en adelante. Valorar siempre a ese equipo y cuidarlo para asegurar que siga tan motivado y comprometido como hasta ahora. También la flexibilidad para adaptarse al contexto ha sido un gran aprendizaje. Nuestra historia de 20 años es que hemos ganado premios a la innovación, por el programa de alquiler y por un programa de voluntariado internacional en tiempos de pandemia, siempre estamos siendo creativos y la gente siempre nos felicita y yo siempre digo ‘En realidad eso es una estrategia de supervivencia en Argentina’. Hay que ser creativo para sobrevivir en Argentina. Debemos seguir reaccionando rápido y adaptándonos para saber que podemos tener grandes planes, podemos pensar en muchas cosas y al mismo tiempo estar abiertos al contexto para adaptarnos cuanto antes a los cambios que se requieran.”
Entrevista a Ana Cutts por Rachel Posner
Abril de 2021